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México, Distrito Federal, Mexico
Profesor normalista por la Benemérita Escuela Nacional de Maestros; Hizo estudios de Literatura Dramática y Teatro en la UNAM; de Composición Dramática con los maestros: Luisa Josefina Hernández y Hugo Argüelles; De Novela con el Maestro Andrés Acosta; Ha fungido como Jurado en varios eventos de Teatro y de Poesía. Como actor participó en la Compañía de Ofelia Guilmain y en innumerables producciones teatrales a lo largo de treinta años de carrera ¡Y sigue activo!. Como docente ha puesto en escena las obras maestras del teatro clásico y contemporaneo. Es socio de SOGEM y de la ANDA y actualmente se desempeña como Profesor de Teatro en el Instituto Mexicano del Seguro Social y de la Universidad Simón Bolivar. Es un prolífico autor teatral y sus obras más representadas son: "El Diablo no es tan Diablo", "Una Bruja a tu Medida" y "De Veras... La Salud Mental", escribe también cuentos y novelas.

miércoles, 5 de mayo de 2010

"Celia... la Maestrita"

Celia se levantó temprano solo había dormido un par de horas pero no se sentía cansada, por el contrario, tenía frescos los ojos como recién lavados con el agüita de manzanilla que acostumbraba para los de sus hijos.
Estaba excitada, un leve escalofrío recorría su cuerpo y la obligaba a levantarse de la cama aún cuando la jornada empezaría muy temprano y quizá podría prolongarse hasta ya entrada la tarde.
Mi primer día de clases en la licenciatura pensó... y una delgada sonrisa le abrillantó los ojos.
¡Que contraste! Ella, la maestra de primer grado “A” en la escuela “Niños Héroes” la que recibía a los niños de nuevo ingreso y les infundía confianza, ahora se sentía asustada.
Recordó a su padre... caminaban juntos por las rotas calles de Ribera de San Cosme hacia la Normal de Maestros saltando los charcos que se habían formado después del aguacero que convertido ahora en un somnoliento chipi-chipi rebotaba en los rostros compungidos de los aspirantes rechazados y mezclándose con sus lágrimas los hacía parecer inconsolables-
No quiero que vayas a sentirte triste si no ves tu nombre en las listas -dijo su padre con voz preocupada- si no te quedas, le buscamos en la prepa.
-¡Claro que me voy a quedar papá! El examen fue facilísimo ni parecía de admisión... éstos porque son burros.
-De todos modos no te hagas muchas ilusiones-
Don Ramón Estrada recibió de Celia cuatro años más tarde y junto con el título profesional -que a la sazón menospreciaba- el tremendo disgusto de saber que quince días después “La Maestrita” como irónicamente la apodó, pasaría a formar parte de otra familia, la suya propia, que formaría con Fidel López, un oscuro estudiante de Ciencias Químicas, destruyendo por consiguiente sus planes de acrecentar con el sueldo que tan fulminantemente perdía, el exiguo ingreso familiar.
Seis zumbidos del despertador la regresaron a la realidad, disponía de una hora y media para preparar el desayuno de sus hijos, prevenir los ingredientes de la comida que a su regreso cocinaría y arreglar un poco la casa; rápidamente se bañó y después de vestirse puso manos a la obra.
Trabajaba alegremente, la perspectiva de iniciar los estudios de Licenciatura en Educación Primaria que anhelaba cursar y que le ocuparían seis horas sabatinas a lo largo de cuatro años la motivaban, ahora podría al graduarse, adquirir prestigio profesional; una característica importante dentro de una sociedad que menospreciaba a sus educadores.
Mientras cocinaba pensó en sus hijos, los amaba, quería darles lo mejor y eso sólo podría lograrlo estudiando, encontrando nuevas respuestas para la vida.
Pensó en Fidel... ¿De verdad ya no se amaban?.
Este cambio nos ayudará –pensó- podré educar mejor a mis hijos, quizá hasta a mi marido. Nos tiene que cambiar la vida.
Respiró profundamente, de verdad amaba el estudio, era lo que podría calificarse como una estudiante compulsiva y no por problemas de carácter sino por puro amor al saber. Sabía que trabajaría mucho pero confiaba en su fuerza de voluntad.
Terminó de aspirar la sala y el comedor, caminó hacia la recámara de sus hijos, los cobijó cuidando de no despertarlos y frente al espejo se miró complacida.
Su rostro aunque gastado, trabajado, posee una modesta belleza y el cuerpo sugerente, respetado y hasta moldeado por la doble maternidad que la enorgullece muestran a una hermosa mujer en la plenitud de treinta y cinco años.
-¿admirándote chula? Ten cuidado eso se llama narcisismo y les hace malas jugadas a las gentes... ja ja ja.
Desde el marco de la puerta Fidel la mira sumergido en la profunda irracionalidad de su embriaguez ¿para qué te arreglas? ¿Piensas salir? ¿Adónde?
Instintivamente Celia sale de la habitación, intuye por el tono de voz de su marido que habrá problemas y debe proteger a sus hijos. Toma sus libros y camina hacia la salida mientras responde con voz insegura.
-Voy a la escuela-
¿En sábado? Fidel se aproxima a ella con paso vacilante.
-No voy a la primaria, voy a la universidad... a estudiar.
Una grotesca e irónica sonrisa distorsionan el rostro macilento de su marido... ¿sigues con esa estúpida idea? ¿Y quién va a atender a los niños, a mí, mientras tú estás haciéndole al pendejo quesque muy estudiosa? ¡Eh!
-Podrías hacerlo tú-
-Para eso te tengo idiota-
No me ofendas –Celia tiembla de indignación y de miedo- además ya lo sabías te avisé desde hace un mes.
-Mira no me hagas enojar, ponte a trabajar aquí, aquí es donde debes fletarte lo que no hiciste a tiempo ya no lo vas a hacer nunca... Además a mí se me pide permiso no se me avisa ¿oíste?, ¡SE ME PIDE PERMISO!
-Soy una mujer adulta... y además... trabajo.
El salado sabor de su propia sangre que Celia probó después del humillante bofetón recibido y que la hizo caer sólo avivó su afán de lograr una vida verdaderamente digna
¡Ya basta! ¿No te hartaste cuando andabas de revoltosa en tus marchas con los huevones de tus compañeros? ¿ Te dije algo? Aquí hay mucho qué hacer ¡Atiende a tus hijos! –gritaba Fidel con los ojos desorbitados y espuma en las comisuras de la boca-
No te pido que comprendas lo que significa dignidad porque comprendo que sería un esfuerzo demasiado grande para ti -Celia se incorpora lentamente, conforme se levanta su fortaleza espiritual brilla y se escapa por todos los poros de su piel- mis hijos están bien atendidos, no les falta nada de lo que puedo proporcionarles. Si quiero estudiar, si voy a hacerlo es por ellos para que se enorgullezcan de mí. Por lo que a ti se refiere, me propongo luchar por mi dignidad y empezaré desde hoy, aquí... y contra ti.
Cerró la puerta y echó a caminar.
El aire refrescó su rostro, sintió el aroma penetrante y sucio de la ciudad y aunque en otras ocasiones eso era más que suficiente para deprimirla, ahora no pudo menos que sonreír; se sentía ligera, al fin libre.
Miró el pequeño desgarrón de sol que tímidamente se elevaba arañado por las antenas que coronaban los edificios, recordó el pasmado rostro de su marido y entonces una carcajada brotó de lo más profundo de su corazón.
Mientras un hombre se hundía en la inconsciencia mortal de su enfermedad; mientras un par de niños dormían confiados. En la calle se alejaba un prometedor taconeo.

Distrito Federal septiembre 20 de 1989.


Publicado en la revista “Desarrollo Académico” de la UNIVERSIDAD PEDAGOGICA NACIONAL ejemplar No. 5 Unidad 96 Norte Año 3 junio de 1995, Págs. 27 y 28.
Versión revisada y corregida por el autor febrero 15 de 1998.
Coacalco de Berriozabal Edomex.
© Derechos Reservados.

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